21/3/09

Carver y el Teatro:

Dijo Página 12:

"De qué hablamos cuando hablamos de mí", Por Mercedes Halfon tras ver Catedral y Quienquiera...



"Las dos obras son emocionantes en su sencillez y en su calidez amarga y humana, tan típica de Carver"

"Menos de una hora en la que espiamos la vida de personas que transitan un hecho trivial pero tan cargado de subjetividad que resulta conmovedor."

"las obras de Martín Flores Cárdenas, bellas páginas ajustadas como un reloj y potentes como una patada en el pecho, que impactan, resuenan acá..."

















Para leerla oline:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5210-2009-04-05.htm






Dijo Carlos Diviesti para Revista MUTISxelFORO:

"una anécdota nostálgica, bella y efímera como la voluta de humo del último cigarrillo..."

http://www.mutisxelforo.com.ar/


Publicado por Camilo Ríos en su blog sobre cine y teatro:


QUIENQUIERA QUE HUBIERA DORMIDO EN ESTA CAMA. "Vale la pena verla"

En pocos minutos la puesta en escena recrea el sustrato de una historia mil veces contada. Los miedos por empezar, los anhelos y sentimientos encontrados por terminar, las angustias de abandonar y proyectar un final justo en el momento del comienzo, y la levada de anclas (dolorosa, necesaria, nostálgica, relajante, desesperada, pensativa) de un pasado que desde ahora es simplemente eso, historia.

Y es que aún cuando el argumento es uno narrado mil y mil veces, no deja de poner la aguja sobre el nervio más delicado, porque lo hace de una forma nueva; porque darse cuenta de los miedos propios cuando estos se proyectan en los recuerdos del pasado ajeno, no produce sino una sonrisa nerviosa y una casi que incontenible inundación ocular.

La destreza del montaje es de subrayar, así como la configuración de los personajes que, ta vez sin pretenderlo, nos contienen, me contienen, cada uno una parte, cada uno un momento, cada uno una mirada o una línea.

Vale la pena verla.




Ver publicaciónen:

http://resenasdecineyvida.blogspot.com/2009/04/quienquiera-que-hubiera-dormido-en-esta.html

18/3/09

Dijo Lucho Bordegaray:


"Como si estuviera obstinado en hacer efectiva una apocatástasis inmanente y literaria, Raymond Carver revuelve hasta encontrar algo digno en sus personajes y darles la chance de redimirse, al menos, ante la mirada del lector. Y recrear sus relatos sosteniendo esa intención parece ser el principal objetivo de Martín Flores Cárdenas al bucear y llevar a escena el universo de Carver: aquí –al igual que en su anterior trabajo, Catedral, cuidando no caer en la promulgación de grandes esperanzas sobre el género humano, nos señala sutilmente alguna tonalidad apenas más luminosa y cálida en esas personas que parecían limitadas a transitar como grises sombras. Que no son héroes ni se les cruzaría por la cabeza serlo, pero en ese contexto existencial mugroso, los mínimos gestos de ternura, de cordialidad, de respeto por el otro, se convierten en actos magnánimos, sea una sonrisa incluso forzada, una mirada comprensiva o una caricia apenas sostenida."
(...)
"Para que nada se pierda de esos mínimos gestos, Flores Cárdenas trabaja una puesta mínima, despojada, renovando el plausible y eficaz formato que le dio a la ya citada Catedral. Y logra así sacarle el mayor provecho no solo a los textos de Carver (aquí, Quienquiera que hubiera dormido en esta cama y ¿Por qué no bailan?), sino también y especialmente al elenco que convocó: Germán Rodríguez, Gabriela Licht y Osvaldo Djeredjian construyen sus personajes desde un profundo compromiso emocional que les permite transitar el relato con una enorme capacidad para comunicar matices sin por ello necesitar de ninguna estridencia corporal o vocal. Así logran generar belleza y sentido con una palabra dicha a media voz, con una mirada perdida o incluso con el sacarse los mocasines."
(...)
"Una vez finalizada esta breve e intensa dosis de Carver que nos propone Flores Cárdenas, se despierta la duda acerca de si realmente la vida no será como un basural en el que el papel metalizado de un chocolatín brilla como el sólido y noble oro, en donde un frasco roto centellea como un sol. Vaya uno a saber si de alguna manera nuestras historias personales no se redimen gracias a esas nimiedades con las que intentamos acercarnos al otro. Y qué bueno que el teatro despierte estas dudas tan poco amables como necesarias."
Nota completa:

http://montajedecadente.blogspot.com/2009/03/teatro-quienquiera-que-hubiera-dormido.html



Dijo Revista Siamesa:

Un vendedor de objetos con alma
y dos compradores de sueños.

Por Vivian García Hermosi.


"Rescatar un objeto usado del olvido es volver a habitarlo, y volver a habitar es, después de todo, un acto de fé. Algo que nunca se debe subestimar. Un acto de fé tan parecido como el acto de volver a amar."

Nota completa.

Nos siguen tratando muy bien:


Dijo Noticias Urbanas: MUY BUENA
"Con actuaciones exactas y ajustadas,
Quienquiera que hubiera dormido en esta cama vuelve a poner a Martín Flores Cárdenas como una de las plumas más interesantes del teatro capitalino."
















Publicado en Revista IMPERIO:




Dijo Silvia Urite:

"
Carver nos lleva a pensar que la vida siempre fue difícil, no sólo para nosotros, habitantes de la era de la conectividad y la incomunicación. Este texto, que puede estar situado, durante los años 60 o 70, da cuenta de la maleabilidad y fragilidad de los vínculos humanos, sobre todo los de pareja."

Nota completa:
http://www.silviauriteteatro.blogspot.com/

10/3/09

De "Fuegos: ensayos, poemas y cuentos"



MIEDO


Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte...
Eso ya lo dije.



Raymond Carver.


1/3/09

Para los que quieran saber un poco más.

Después de leer lo que quedaba de sus cuentos tras los recortes hechos por Gordon Lish, Carver quiso suspender la publicación de De qué hablamos cuando hablamos de amor. “Es tarde”, le dijo Lish, “ya está en la imprenta”. Y el libro se imprimió.

Esta controversia salió a la luz varios años después de su muerte, a través de una nota publicada por The New Yorker en la que se exponían, entre otras cosas, fragmentos de cartas que se enviaron el autor y su editor, antes y después de la publicación. Muchos debates se abrieron en cuanto a quién era el legítimo dueño del estilo de Carver y asuntos similares. Pero personalmente, lo que más me llamó la atención, fue desayunarme la existencia de versiones “originales” (si se las puede llamar así) de cuentos que marcaron mi vida como lector.

Hice varios intentos por conseguirlas y pude llegar sólo a algunas de ellas. El original del relato De qué hablamos cuando hablamos de amor, inicialmente titulado Beginners (Principiantes), fue editado por The New Yorker junto con extractos de la disputa vía correspondencia entre el autor y el editor.

A primera vista, antes de leer la versión hasta entonces inédita, descubrí que al menos algo era cierto: el original tenía casi el doble de extensión. Pero después de leerlo pude comprobar que más allá de la cantidad de hojas o número de palabras, lo importante era lo que se había perdido con ellas: la mirada compasiva sobre las criaturas trágicas, la omnipresencia de sus sentimientos. Matrimonios a la deriva, alcohólicos, desocupados, maridos golpeadores… Conocía bien los a sus personajes porque él había sido uno de ellos. Y es comprensible que se haya negado a la publicación cuando Lish había suprimido de los originales, su intento por rescatarlos.

Un ejemplo que me llamó mucho la atención fue que el párrafo final de De qué hablamos… que yo podía casi recitar de memoria como un poema, lo había escrito Lish. La versión de Carver, Beginners, en cambio, se extendía en casi cinco páginas más que el publicado, entre revelaciones, giros emotivos, llantos y confesiones. Debo decir, un final bellísimo, digno de una obra de Chéjov pero que poco tiene que ver con el publicado primeramente, del que me enamoré. Todo esto incrementó mi curiosidad por los manuscritos, curiosidad insatisfecha, ya que sólo pude llegar a tres de trece cuentos. El problema esencial para conseguirlos es que Tess Gallagher, la viuda de Carver, editará los cuentos tal cual su marido habría querido que fueran impresos. Una iniciativa de reivindicación muy cuestionada que atravesó una disputa legal y moral entre Gallagher, Lish y amigos y fanáticos de escritor. Es por esto que se hace imposible llegar al resto de los originales atesorados en la Lilly Library de la Universidad de Indiana, a editarse en el 2010 por Anagrama. Será extraño llegar a leer, por ejemplo, el gérmen de ¿Por qué no bailan? Un cuento que disfruté mucho aún sin tener idea de que estaba leyendo sólo un extracto. Y si bien quedé fascinado por la descripción nimia de la situación, me resulta sumamente inquietante saber ahora que todavía hay mucho más por conocer de esa historia y sus personajes, que tanto misterio guardan.

Este cuento y la gran mayoría de los relatos del libro en cuestión, fueron escritos durante el período de transición entre la primera y segunda mujer del autor, coincidiendo con otro cambio radical en su vida, entre el alcoholismo y la definitiva sobriedad. Fue publicado con una tímida objeción de Carver, ya que por entonces el escritor evitaba entrar en conflictos porque “los conflictos lo conducían al alcohol”.

Años después de aquella primera lectura de ¿Por qué no bailan? , nació este proyecto y con él, las ganas de fantasear con lo que pudo ser originalmente.

Durante el proceso de escritura y adaptación aparecieron rebotándome en la cabeza, líneas de otro relato que también tiene entre sus protagonistas a una pareja: Quienquiera que hubiera dormido en esta cama. Se empezó a escribir en el mismo período de producción de ¿Por qué no bailan? pero fue editado posteriormente, por lo que no sufrió ningún tipo de recorte. Además de aludir, claramente al cuento homónimo, quise rescatar con este cruce ese aire conmovedor que Lish moderaba a su gusto. Y aunque quien conozca estos cuentos pueda identificar los textos utilizados, la obra jamás se propuso representar las situaciones tal cual están allí enunciadas. Sino valerse de ellas para contar algo propio. Básicamente, el procedimiento fue desentramar la narración original de los dos relatos para crear una nueva única trama, apenas más compleja y de breve desarrollo, intentando a la vez capturar aquel espíritu inicial que podría haber tenido el cuento antes de pasar por las manos del polémico editor. Claro, algunas modificaciones y diálogos que surgieron en función del ensamble tienen que ver también con el involucramiento afectivo con el trabajo y la investigación. Así, los personajes pasan de un cuento a otro, relacionados entre sí por nuevos vínculos, y sus edades están modificadas en función de este nuevo relato que es la obra de teatro. Creo que Carver habría comprendido que un director tuviera la necesidad de correrse del mero hecho de representar “fielmente” sus cuentos en el escenario. Más aún habiendo estrenado ya Catedral, que sí era una representación “fiel” del original, si se quiere, en muchos sentidos. Y, a pesar de que algunos fanáticos del escritor puedan sentirse defraudados, esta obra vive en ese vínculo que se generó entre esos relatos, el momento en que fueron creados y mi fantasía. Y quizá sea justamente ahí, en presentar esta especie de ensoñación y no en la estricta “fidelidad” a las palabras, donde manifiesto de manera más sincera mi cariño y admiración por el autor.

Martín Flores Cárdenas.






"Las parejas, aún las que duran, jamás serán libres de la muerte y la pérdida." J.I.